Por: Nuria Schwebel
En la primera parte del artículo "Emociones Destructivas" entendimos que las emociones nos ayudan a reaccionar ante un evento o situación. Las emociones ocurren rápidamente, derivadas de una evaluación automática, de poca conciencia y con cambios involuntarios en expresión y fisiología.
En la segunda parte, comprenderemos cómo nos dañan las emociones.
La emoción destructiva, en su concepto básico como esquema mental,
aflicción o actitud cognitiva, como sea visto de acuerdo a los autores, daña la
cognición, las relaciones interpersonales, la misma salud, propia o de otro, y
esta última frase es realmente explicativa sobre la destrucción de una emoción,
la emoción propia puede llegar a enfermar a otro, entonces su alcance es
inimaginable.
“El dolor de garganta siempre demuestra enojo. Si además estás
resfriado, entonces también hay confusión mental. La laringitis generalmente
significa que estás tan enojado que ni siguiera puedes hablar” (L.Hay, 1984,
p.144)
Un día me enojé tanto que en seguida
todo se tornó mal. Justo en pleno enojo, le golpeé a la mesa y me lastimé. Salí
corriendo, producto de mi rabia y me pegué en la rodilla con la puerta al abrirla. Ya en camino en el coche se me cerró un auto, y no dudé en tocar el
claxon y gritar. Se me atravesaron todos los semáforos en rojo. Hice mucho tiempo para el trabajo e incluso
llegué tarde.
¿Acaso los
eventos sucedidos fueron a raíz de mi enojo?, es decir, ¿mi enojo lo provocó? Posiblemente el enojó desató niveles de
adrenalina tales que mis movimientos fueron más bruscos de lo normal, sin
coordinación y rápidos, por lo tanto dañó la medición de mi fuerza o mi
ubicación espacial sobre los objetos por ello me lastimé, pero sin duda el
resto de los eventos no los provoqué con mi enojo, seguro de todos modos se me
hubieran cerrado en el coche, de igual forma el tráfico pero no lo hubiera
notado, o no hubiera tenido la relevancia que adquirió si no hubiese estado enojada.
Eso hacen las emociones, funcionan
para reaccionar ante una situación dada, pero limitan la percepción la sesgan,
la acotan, fijan la atención.
Una emoción destructiva, pongamos de ejemplo la ira, daña a los que
están a nuestro alrededor, crea un ambiente de falta de confianza del que
siente ira hacia los demás, toma una actitud defensiva al creer que todos lo
pueden dañar, por consiguiente de todos se protege, se pone a la defensiva.
Esta actitud impedirá que goce de los grandes minúsculos placeres de la vida,
una buena plática o simplemente disfrutar de un libro. Al contrario, todo le
irrita. Fisiológicamente tendrá un daño. “Los accidentes son expresión de ira.
Indican frustraciones acumuladas por no sentir la libertad de defenderse a uno
mismo” (L. Hay, 1984. P. 15)
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