Por Lourdes Navarrete
El huracán
Odile sacó lo más feo de la población de Baja California Sur, las
impactantes imágenes de los saqueos realizados contra todas las tiendas, la
voracidad con la que la gente actuó, en verdad es desdeñable.
La
tragedia evidencia la falta de civismo, la delincuencia y la podredumbre
de una población que a mi manera de ver, no merece que se le ayude en esta
desgracia, porque evidentemente su
carencia no es de agua ni comida, sino de valores.
En casos como el ocurrido en Baja California, normalmente soy de las
primeras personas en brindar apoyo enviando despensas o material curativo para
la emergencia, pues si uno se pone en los zapatos de las personas que pierden
todo, pues óigame qué calamidad. Luego entonces la actitud de la población
señala que no les interesa cubrir sus necesidades básicas, no lo requieren.
¡qué pena!
Las autoridades quedaron totalmente rebasadas, ¿a
qué fue EPN (sólo pongo las siglas porque tampoco vale la pena nombrarlo) si de
inmediato tras su presencia se soltó la rapiña? La seguridad brilló por su
ausencia, ¿dónde está el ejército, la PF, la gendarmería, la marina y las
policías municipales y estatales?
Es inexplicable para qué demonios la gente
quiere un aparato de ejercicio o una pantalla de TV si se supone que se
quedaron hasta sin casas. Ah! Pero eso sí, los autos, trocas, camionetas y
demás vehículos de transporte resultaron ilesos de la embestida de Odile.
No pues, dejemos que ese pueblo se levante
sólo, miren que lo saben hacer. Qué lástima por la gente que sí trabaja y que
sí se compromete con su gente, porque por unos miles, pagarán otros tantos.
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